Monday, November 10, 2008

4 TRABAJOS

El Buenos Aires Rojo Sangre 2008 (que concluyó la semana pasada) acogió la proyección de cuatro trabajos en los que participé en el guión (en diversos grados de intensidad) En parte por la buenísima predisposición de este certamen a incluir las obras de Paura Flics en su parrilla, en parte por pura casualidad, el hecho es que estas proyecciones me hicieron viajar en el tiempo, ya que cada historia fue concebida en años diferentes, con objetivos diversos y con motivaciones dispares. Me dieron ganas de comentar(me) y recordar(me) el origen de cada uno de estos proyectos que ahora son una realidad.

La génesis de “Doctor Infierno”, de Paco Limón, es escalofriantemente antigua. En la primera mitad de 1996, un grupo de anormales con sede en Madrid (circulando habitualmente entre Aluche, Pozuelo, los cines y comercios más sórdidos de Plaza de España y Callao y el Barrio del Pilar) acometíamos con inconsciencia “punk” todo tipo de actividades (in)culturales: un fanzine de cine de terror y violencia bautizado “Confusos”; otro de corte provocador llamado “Spanis Sico”; otro más haciendo mofa fanática de “Star Trek”; un programa de televisión local caótico y energético llamado “Hervidero”; ciclos de Cine de Terror o de cortos ultraindependientes en la Videoteca de Madrid… Ya habíamos acometido el fallido intento de un mediometraje “gore” con pretensiones de realismo sucio y comentario social titulado “Degüello” y otro más feliz en clave comedia negra de situación llamado “El Incidente Decker”. El cine nos obsesionaba y nuestras ganas de hacerlo (y de joder, por que no) nos impulsaron a intentar ir un paso más allá en nuestras ambiciones. Nos reunimos parte de este grupo de inadaptados a hacer una sesión de “brainstorm” sobre la base de un guion de corto clásico “body count” que yo había tecleado en un armatoste tipo Amstrad, dominado por mi obsesión enfermiza por el cine de Dario Argento. Como era de esperar, este guión de terror clásico tuvo una recepción fría por parte de los otros miembros del grupo. Entiéndase: yo era el “die hard horror fan” y los demás eran cienciaficcioneros//comiqueros a tiempo completo. Seguramente mi guión era soso y lamentable, pero los problemas venían claramente por el puro género y por la ausencia de humor. Yo quería hacer un nuevo trabajo si o si, por lo que solicité que nos reuniéramos para fijar las premisas del nuevo corto en consenso.


Una tarde, en el estudio-residencia-picadero de los Hermanos Martínez Mourelle, en lo profundo del Barrio del Pilar, allí estábamos este grupito de descartes del “casting” de “Parker Lewis Nunca Pierde”: los hermanos Sergio y Paco con sus “looks” de chandalistas ermitaños; Jorge Gallego, nuestro actor fetiche con su aspecto de Jack Lemmon de barrio castizo y yo, siempre disfrazado de paleto sureño gringo o de clon barato del Kiefer Sutherland de “Flatliners”, según el estado de ánimo. En un rato, tiramos unas cuantas ideas sobre lo que tendría que contener este nuevo cortometraje y me puse manos a la obra.
En aquella época, en la que consumía una docena de películas por semana (una parte importante en salas de cine, qué tiempos aquellos) no podía sacarme de la cabeza a gente como Argento, De La Iglesia (en pleno dominio de sus facultades), Tsukamoto, Bigelow o Tarantino e hice un guión rudimentario pero divertido, con las poderosas imágenes de la segunda entrega del “Hard Boiled” de Miller y Darrow bulléndome en la cabeza. El título salió por pura fonética: a pesar de haber visto “Mazinger Z” a los tres años, no tenía ningún recuerdo del nombre de su villano. Hice una portada a base de fotocopias, recortes y pegamento “sampleando” (es un eufemismo, ya lo sé) el poster de “I Spit On Your Grave”, hice copias y se lo hice llegar a mis compas. Fijamos un nuevo encuentro para discutirlo.


El guión fue despedazado en mayor o menor medida por mis cuates, todos con ideas contrapuestas sobre el tipo de corto que debíamos hacer y en el caso de Gallego (que estaba previsto en el personaje del “Doctor Infierno”) la furia era incontenible ya que su personaje aparecía escasos minutos y la mayor parte de ellos, en la penumbra (ya se sabe, muchos actores prefieren los minutos en pantalla a la calidad de sus apariciones) El caso es que todos argumentamos ferozmente y no hubo ningún tipo de acuerdo, con lo que el proyecto (que yo tenía previsto dirigir) quedó en la nada. Aquella tarde de (¿primavera?) de 1996 me dejó varias enseñanzas. La primera, que es absurdo abrir el juego en la concepción de cualquier propuesta audiovisual, ya sea “pro” o “amateur”. Una película debe ser la visión (acertada o equivocada) de una sola persona -el director- y que las contribuciones creativas vienen después, cuando ya se ha decidido seguir un camino de antemano. La segunda (y es algo que me sigue horrorizando hoy) es que cualquier grupo (sea de realización audiovisual, músical, teatral, etc) cuanto más insignificante y primerizo, es más propenso a ser dominado el ego absurdo y la insensatez.
Pasaron los años, estudié cine en Cuba, viví varias vidas, y para cuando regresé a España en 2001, el hermano Mourelle Paco (Limón) había decidido desempolvar aquel viejo manuscrito de “Doctor Infierno” y comenzar a rodarlo. Los cambios, mínimos: un poco de humor Farrelly en el personaje de Sacha; coreografía Matrixera en vez de ultraviolencia “over the top” a la Miller y una imagen “sampleada” (otro eufemismo) de Fu Manchú en la portada en lugar de la de “I Spit On Your Grave”. Todos los que despedazaron ese guión original seguían implicados en el proyecto, lo que refuerza mi teoría de los “egos” cuando te encuentras en el nivel “garage”.
Años más tarde, mi amigo Limón transformó este corto en un largometraje, formato en el que se presentó en el BARS de este año y ganó una mención especial. Tengo que decir que es un trabajo muy bueno, realizado con los dientes durante (demasiados) años y que se eleva cuando se deshace del peso muerto del cortometraje original. Mi amigo Limón se saca un 9 en puesta en escena y en la elaboración de “set-pieces” demenciales, aunque aún debe trabajar el guión para no convertirse en otro vástago ilegítimo de Robert Rodriguez. Esto es lo que recuerdo de “Doctor Infierno”, aunque por ahí la memoria me falla, porque en la web hay reseñas en las que se aclara que: “Limón came up with the idea for Doctor Infierno in 1996” , por lo que los años y las drogas pueden haber hecho que mis recuerdos no correspondan con la realidad.
El segundo trabajo más antiguo es “Molina’s Mofo”, de Jorge Molina. Soy amigo de este mítico director-actor-entertainer cubano desde finales de 1996, cuando comenzamos a colaborar juntos y el se convirtió en mi “housemate” ilegal en San Antonio de los Baños. En 2003, yo era un tipo “washed-up” con ganas de ponerme bien. Ya había contribuido a los guiones de sus trabajos “Test” y “Solarixxx” y-aproximadamente- en verano de ese año, Molina me envío a Madrid por e-mail un tratamiento inconcluso de esta historia de “deseo, impotencia y redención”. Es gracioso, Molina es 100% provocador y “exploit”, pero es un tipo con la suficiente calle, vida y desprejuicio como para incluir siempre los temas que le obsesionan en sus películas. Temas “importantes”, no “temas políticamente correctos y socialmente aceptables” como tantos farsantes que van por ahí, ustedes me entienden…
El caso es que me puse a desarrollar la noción de Molina en todo un guión con una avidez total, sin darme cuenta que su historia me venía como anillo al dedo. Incluí todas mis obsesiones cinéfilas y mis traumas personales (pasados, presentes y futuros) en esta historia Molinesca sobre un tipo que no puede “amar” y recurre a la ayuda de un ser sobrenatural. Siguiendo la lógica de la fonética y la obsesión por la música, saqué el nombre del extraño bufón del disco de RHCP “The Uplift Mofo Party Plan” y Molina y el director de arte Onelio Larralde lo visualizaron similar al personaje enmascarado de la portada de “The Joker” de Steve Miller Band. Ver el trabajo terminado, ha supuesto de lo más terapéutico en términos Jodorowskianos y algunos dicen que, si no el mejor, ésta es estilísticamente la película más redonda de mi amigo Georgy.
“No Moriré Sola”, que se proyectó como “película sorpresa” del festival, surgió de la obsesión de Adrián por realizar una película de “violación y venganza”. Este género impopular reinaba en los videoclubes que Adrián y yo visitábamos obsesivamente en los ochenta, y siempre se quedaron en nuestro cerebro como el no va más del cine perverso, transgresor y políticamente incorrecto de la historia (mano a mano con el “mondo”, supongo) En especial, nos marcó una maravilla titulada “Shallow Grave” (en España, “Desenlace Fatal”) especialmente inteligente, implacable y con reminiscencias de la obra del gran Jim Thompson. Durante varias sesiones de “tormenta de ideas” en su apartamento de La Plata, a fines de 2006, definimos arco argumental, bosquejamos los personajes y cerramos la estructura, apoyándonos en algunas macabras anécdotas que nos había narrado nuestro compa Martín Frías. A los pocos días yo ya tenía la sinopsis de lo que iba a ser “No Moriré Sola”. Finalmente, se presentó el capitulo piloto de la serie “Noches De Insomnia”, sobre “La Pata De Mono” de W.W. Jacobs. La adaptación (obra del guionista y compositor costarricense Carlos Castro) fue retocada por nosotros, con el fin de incluir más códigos de género en la historia, apartándonos (dentro de lo posible) del tono melodramático elegido por el productor de la serie. Un trabajo diferente al que solemos realizar (dado que todo lo comemos y lo digerimos nosotros) pero muy estimulante y muy educativo a la hora de seguir entendiendo y aprendiendo la efectividad de una narración.

1 comment:

Anonymous said...

http://melanomafilms.blogspot.com/2008/11/un-pedazo-de-historia.html